martes, 9 de enero de 2018

La soledad y el laberinto


El blanco detrito
se consume en el silencio

En el descenso infecto
soterrado se repite

Cuando los ángeles se topan
con el cobarde

Todos los inocentes
descansan en su suerte

Y sueñan


miércoles, 4 de marzo de 2015

Fatman y el virus informático


"Una vez más se cumple una de las máximas más sabias que he escuchado: el hombre es un animal de costumbres. Luego de un intento frustrado por eliminarlo, he aprendido a convivir con el travieso virus que decidió recalar un día en el sistema operativo de mi PC. Ya casi espero su saludo matinal en forma de innumerables pop ups apenas prendo la computadora y extraño cuando, al apagarla agotado en el silencio de la fría madrugada, no aparece la pantallita con el link de algún aviso publicitario a modo de despedida.
Frente a la perfecta rigidez de los poderosos antivirus y los ejércitos de aburridos limpiadores de malwares, este imbatible virus que intenté desvanecer, genera un divertido caos en mi predecible y monolítica rutina diaria. Traba las páginas, abre programas, me regala un recuerdo olvidado al activar un antiguo archivo de video y, pícaro como él solo, me recuerda la dirección de alguna página licenciosa que alguna vez visité.
Así se pasan las horas y de a poquitos los días. En medio de un desenfreno contenido en miles de píxeles multicolores, cual psicodelia y pop art setentero. Casi intuyo sus apariciones en el preciso momento en que finalizo un complejo documento y me parece descubrir su perfil afilado de ceros y unos en algún parpadeo de la pantalla, cual maliciosa amenaza. Pero luego del susto inicial por sus pillerías, le respondo jugando con el cursor sobre el ícono del antivirus, mientras río en la soledad de mi cuarto y él, en respuesta, derriba caracteres en falsa y divertida fuga.
Hay una perversa y grata sensación cuando ahora prendo la PC y me pregunto ¿qué destrozo habrá cometido esta vez mi pequeño amigo? Y así, desaparecen archivos, se borran historiales, pero luego vuelven a surgir, como en un cómplice acuerdo entre ambos. 'Tú no me borras y yo le doy emoción a tu vida sin peligro ni riesgo alguno'. Como en la complaciente visión de lo inesperado y la arbitrariedad del azar. Así me acompaña este rebelde amigo en mi lenta y parsimoniosa existencia".


sábado, 28 de febrero de 2015

Fatman y la pin-up girl

A los diez años de edad, leyendo un muy añejo libro de historia del Perú en mis ratos de ocio, entre una de sus incontables páginas, hallé uno de los referentes eróticos más profundos de mi infancia (aunque no el primero por supuesto).
Era una pin-up girl del tamaño de una carta de naipes, vestida con un coqueto disfraz cuya silueta se dibujaba sobre el fondo de una luna gigantesca. Aquella imagen me llevó a un mundo de múltiples sensaciones con solo contemplarla. En otras palabras, me quitó el aliento. Carente de malicia por completo (al menos consciente), estaba muy lejos del placer físico o sexual; lo mío era una contemplación fascinada ante la perfección visual de inesperadas formas cuyo misterio solo podía soñar que no imaginar. Pues ¿cómo imaginar algo de lo que ni siquiera tenía referencia alguna?
Absorto, cerré el libro tras largo tiempo de silente devoción. Aquella pin-up girl, a la que volví ocasionalmente varias veces, era mi refugio a mi solitaria niñez, a mi ausencia de la cálida sensualidad femenina que vivía en novelas, relatos y cintas en blanco y negro. A mi extraña y prematura nostalgia.
Dicen que el éxtasis religioso es un estado del alma ante la presencia de la divinidad en una vivencia que trasciende los sentidos. El éxtasis en general es esa misma inconsciente elevación generada por un hecho, suceso o presencia. La contemplación artística, la experiencia del amor, la unión sexual cargada de emotivo sentimiento pueden llevarnos al éxtasis.
Dudo que la visión absorta que me generaba aquella sugerente imagen, alcanzara un nivel similar, pues, al fin y al cabo, niño como era, sería imposible tal magnitud de elevación en una vida tan corta y sin mayores referentes de los cuales desligarme al trascender.
Pero aun así, aquel descubrimiento en mi pequeña habitación marcó sin duda mis apetencias, mis anhelos, mis gustos y delirios románticos y sensuales por muchos, muchos años. Y con ello mi permanente vacío por lo nunca alcanzado.
Luego pasaron otras cosas y dije adiós a otras muchas. Pero hoy, al ver la imagen, al parecer no solo encontré un recuerdo de la infancia (que cualquier psicólogo radial podría explicar de una forma descarnada, cruda y alejada de cualquier alegoría subliminal).
Quiero creer que por un breve instante recuperé esa parte de mí que vivía eternamente atrapada en la ensoñación mística de una pin-up girl.
Al fin y al cabo, tal vez, sin saberlo, jamás estuve más cerca del éxtasis del romántico, del poeta, del artista, que en aquella ocasión.
Cuando un niño descubrió, entre sus manos, la belleza inalcanzable en forma de mujer.

martes, 2 de julio de 2013

La importancia de escribir con mucho, mucho cuidado

Hoy, de casualidad, tropecé con un diario muy, muy importante. Y recaí en su editorial (acerca de la difundida noticia sobre un texto escolar de contenido racista). Pues bien, en tamañas honduras nunca me ha gustado adentrarme. Por supuesto, tampoco en ningún tema que genere controversia, inspire sentimientos encontrados o furibundas acusaciones morales.

Pero debo reconocer que en el editorial de marras (del 2 de julio del 2013 para más señas), hallé un argumento, por lo menos, extraño. Aquí el extracto en cuestión:

Que se trata de una leyenda es algo obvio, aunque solo anecdótica, pues ello no quita que su contenido tenga elementos que permitan que los niños recojan un mensaje racista: quienes tienen pieles más claras vienen de lugares más limpios que quienes tienen pieles más oscuras. ¿O acaso sería positivo utilizar como materiales educativos leyendas u obras literarias que sugieran que el rol de las mujeres es exclusivamente lavar y cocinar para sus maridos? ¿O quizá un mito que diga que los judíos o los homosexuales, solo por serlo, son gente mala?

¿Lo hallaron? ¿Sintieron el mismo fogonazo de luz haciéndolos parpadear y la idea de que a alguien se le ve el fustán del subconsciente? ¿O es que tengo una mente perversa, siniestra, retorcida y decadente? ¿No? ¿Es que soy solo yo? Pues, entones solo me resta reconocer la terrible perversidad de mi ser.

Debo confesar que luego de leer la última oración de aquel supuesto argumento contundente, moralista, edificador, sentencioso y censor, sentí el deseo de preguntarle, al invisible, y seguramente muy pagado de sí mismo, autor de tamaña reflexión:

“Estimado e ilustre patricio moderno. Por supuesto, eso del racismo es una cosa muy fea, pero ¿me puede decir, disculpe, si no es mucha molestia, cuándo los judíos o los homosexuales son gente mala según usted? Claro, solo “por serlo” no lo son. Clarito veo las comas. Pero por algo los mencionó ¿o no?”

Sí, soy un espíritu muy mal pensado y mezquino. Sin duda alguna. Y me avergüenzo de ello. Pero creo que mientras algunos se indignan frente al racismo, se les sale por lo bajo otras ideas muy arraigadas. Ah, claro, se trata de dos ¿condiciones humanas?, el judaísmo y la homosexualidad, que son identificadas con la persecución, el segregacionismo y la marginación. Pero puesto así como está en el editorial, casi al descuido, se percibe tan caprichosa la mención. 

Lo vuelvo a repetir: soy un ser mezquino y mal pensado. Moraleja: para escribir, en estos tiempos modernos y globalizados, hay que hacerlo con mucho, mucho cuidado. Tanto, que estoy pensando en eliminar este post. Y de paso tal vez deba matricularme en un Plan Lector.


sábado, 1 de septiembre de 2012

El toro y el escribidor

Hace poco leí un argumento a favor de las corridas de toros. Era de MVLL. Como no soy nadie para criticar a tamaño intelectual, solo diré que es curiosa la forma en que desea justificar lo que es solo una muestra más de nuestra esencia primitiva, con argumentos de sensibilidad artística y reflexión existencial.

¿Quién soy yo para impedir a otros que disfruten de sus placeres mundanos o espirituales? Pero justificar por el ego y el intelecto lo que no es sino otra forma de satisfacer nuestros instintos es demasiada arrogancia.

Hay quienes, cuando se trata de sus propias miserias o placeres, hablan de “el alma se constriñe en espasmos dolorosos que fluyen de mi cuerpo en un eco del aire” para describir lo que es un literal y simple “pedo”.

Corridas o no corridas son lo que son. Mejor encogerse de hombros y decir: “Es mi vicio y mi placer”. Punto.

PD: Aquí el articulillo de marras

http://www.larepublica.pe/columnistas/piedra-de-toque/la-